Emilio Rodriguez Pérez, poeta (Valencia, 1967):
Emilio Rodríguez Pérez, nacido en Valencia el 15 de Mayo de 1967.
En la actualidad, reside en valencia capital. Allí ha pasado todas las etapas de su vida desde su nacimiento. Desde muy pequeñito, ya dio muestras de niño rebelde y anarquista frente a las típicas normas del adulto. Le encantaba escribir historias narradas desde el pensamiento y decoraba muy a
menudo las paredes de su habitación con pinturas y dibujos como si de un blanco lienzo se tratara. Pronto intuyó que estaba ligado al arte y la escritura por medio de sus primeras pinceladas y letras vestidas en rima. En su adolescencia, como imagino que a todos nos ha pasado en algún momento, descubrió y acaricio el amor para enamorarse por primera vez. En su juventud, saco satisfactoriamente los estudios de E.G.B y quedando anclado en el primer año de Universidad en Bellas Artes, pues una oportunidad de trabajo muy prometedor de futuro, tuvo más relevancia que: un deseo, un anhelo y un sueño.
Pero, también se siente muy agradecido de aquella decisión, pues a día de hoy lleva 30 años trabajando en el mismo trabajo, donde sigue obteniendo una seguridad económica y la oportunidad de continuar disfrutando discretamente de la vida junto a sus seres queridos y amigos. Siempre que el tiempo se lo permite, lo dedica a la pintura y la escritura, fabricando historias, escritos y poemas.
Ahora en la madurez, a sus cincuenta y un años, puede hacer recopilación de todo lo experimentado: éxitos y fracasos, alegrías y llantos, emociones y decepciones, y de todas ellas aprendido algo. También dicen que uno no puede pasar por esta vida sin hacer tres cosas fundamentales, pues el plantó más de un árbol, tiene no un hijo, sino dos hijas estupendas, y acaba de escribir su primer libro llamado “La Liga de las Almas”
No ha nacido en Cenicientos, Pero toda su familia del pasado es de sangre Corucha. Y a pesar que la distancia siempre les ha dividido, no fue impedimento para que todos los años desde muy chiquitito lo visitara, asegurándose en su despedida de dejar un hueco en el corazón, donde poder pronunciar su nombre en cada latido…
¡Cenicientos! ¡Cenicientos! ¡Cenicientos!
Muchos recuerdos almacenados en la estela del pasado, invitan a cerrar los ojos para trasladarme a los pies de sus poderosas peñas. Se imagina jugando al final de la calle Triana con aquel canto que sobresalía de la pared simulando el lomo de un borrico. Aun oye, el rugido del gentío en el bar “Los Vidales” mientras jugaba en los inconfundibles barriles de la acera. Siente esa sensación cálida y a la misma vez áspera, cuando acaricia la piel granito de Piedra Escrita. Se emocionaba con la música de pasodoble que anuncia una tarde hecha para valientes. Aquel quince de agosto de punta en blanco, bien peinado y perfumado. Y ese inconfundible aroma azotado por la mezcla de alcornoques, pinos, castaños y madroños. Ese aroma a vino, alegría, fiesta, pero sobre, ese sabor historia y casta.
Desde hace muchísimos años que yo recuerdo, se ha hecho por costumbre cada año, la visita obligada a la enigmática y majestuosa Piedra Escrita. En todas y cada una de las visitas siempre he seguido el mismo ritual: la acaricio con la palma de mis manos, poso mi oído en su pecho, cierro los ojos y desde mis adentros le sugiero algo, luego escarbo a sus pies y le dejo algo personal en ofrenda a mi petición. De todos los lugares que me gustan estar en Cenicientos (y son muchos) este es sin duda el que más me identifico con el pasado. De hecho cuando deje de existir en este mundo, pido que parte de mis cenizas se entierren a sus pies. Pues ella siempre estará alzándose en cada amanecer, y yo de algún modo a su lado siempre permaneceré.
Querido Cenicientos, te dedico este poema desde la lejana distancia y a la vez imaginaria cercanía.
“Pueblo misterioso que envuelves tantos encantos.
Pueblo de historias de brujas, hadas y magos.
Pueblo de aroma a encinas, pinos y castaños.
Pueblo de versos y halagos. Pueblo de toros, vendimias y pastos.
Pueblo de enigmas suscitados en Piedra Escrita.
Pueblo visigodo defendido por cristianos, de musulmanes frenados ante cientos de lanzas con suspiros de esperanzas.
Antiguo San Esteban de la Encina, ahora Cenicientos nombre reconocido al amparo por la Virgen del Roble la cual bendice al noble Corucho.
Pueblo mío, nuestro, de aquellos que se fueron, que aquí envejecieron,
Pueblo de los que ahora están y en un futuro vendrán.
Aquí siempre seguirás vivo en cuentos, historias y anhelos, contados `por nietos, hijos y abuelos.
Cenicientos, tu siempre permanecerás acostado a pies de tus poderosas peñas y arropado por mosaico de viñas y pastos.
Pues nuestros corazones querido Cenicientos, tu adueñas”.
TE QUIERO.
Libro recomendado “La liga de las almas” de Emilio Rodríguez Pérez
Emilio Rodriguez Perez.
Lucía Puentes Fermosel